sábado, 7 de abril de 2012

Centro de Tortura, Ahumada 312

Durante los diecisiete años de dictadura en Chile, surgieron las heridas más profundas en nuestra historia reciente. Miles de desaparecidos, torturados, exiliados y detenidos formaron el panorama de ésta época.
A raíz de este evento traumático, se crea como organismo de seguridad del estado (en reemplazo de la extinta Central Nacional de Informaciones): la DINA, (Dirección Nacional de Inteligencia) cuyas facultades incluían la detención y confinamiento de personas en sus distintos centros operativos durante los estados de excepción, los cuales al haber durado todo el periodo de la dictadura permitieron a la DINA retener estas facultades durante toda su existencia.
Como mencionamos, esta institución procuró mantener centros operativos a lo largo de todo el país. Estos centros, en algunos casos eran de conocimiento público, mientras que hubo otros que funcionaron de manera clandestina bajo el amparo de empresas fantasma, hospitales, colegios, comisarías, entre otros.
Entre los de segunda clase, existió un centro operacional de gran importancia, que fue dado a conocer varios años después, tras la llegada de la democracia.
Luego de la detención del tristemente célebre personaje conocido como “el encapuchado del nacional” (un personaje que deambulaba por el Estadio Nacional mientras fue usado como Campo de Concentración y que cumplía funciones de identificar a sus ex-correligionarios) – su nombre era Juan Muñoz Alarcón- se dieron a conocer los previamente mencionados centros. Una característica recurrente era que se encontraban localizados en pleno centro de Santiago y ocultos bajo de locales de compra y venta de oro.
El cuartel más importante se encontraba en Ahumada #312, el cual era comandado por Fernando Cruzat, Comandante -y torturador- que utilizaba este inmueble como centro de operaciones para capturar individuos de los alrededores. Estos eran interceptados por oficiales encubiertos de la DINA, luego eran detenidos ilegalmente y generalmente torturados. La clandestinidad de dichos lugares, sirvió en numerosas ocasiones para eliminar rastro alguno de las identidades de los detenidos, incluso se les enviaba en secreto a Argentina para luego ser ejecutados. En otras oportunidades se les hacían pasar por heridos y por medio de ambulancias, los enviaban a otros centros donde se especializaban en torturas de mayor intensidad.
Como vemos, estos locales fueron utilizados para desarrollar todo tipo de violación a los derechos humanos, cuestión que fue fácilmente encubierta por estos simples locales cuyo objetivo era la compra y venta de uno de los metales más caros e importantes.


A lo largo de la historia el oro ha cumplido similares funciones. Ha sido el metal que ha logrado entregar mayor estatus, tanto por su valor como por el componente visual. Faraones, Incas o reyes se caracterizaron por utilizar el oro como un elemento que los diferenciaba, llevándolos a la parte más alta de la jerarquía social. Esto se ha mantenido hasta nuestros días donde aquel ritual fue incorporado severamente por el ejercito. Cualquier elemento conmemorativo pertenece a este material, cada insignia representa un cierto rango dentro de estas entidades. Por ello, el oro y cualquier tipo de ornamentación se convierte en una clave trascendente para cualquier individuo formado bajo este paradigma.
Esto, nos lleva a plantear una posible tesis en torno a cómo se llegó a ejecutar este rubro para los más importantes centros operacionales.
Como dijimos, el oro ha sido utilizado durante la historia como un maquillaje, una careta, una distinción que modifica la apariencia de la realidad. La inserción de cualquier piocha de oro en algún personal del ejército, cambia inmediatamente su jerarquía. Deja de ser lo que es y se plantea como un nuevo individuo. Esto, es analogable a lo que ocurre con los locales en ahumada #312. Se utiliza este material como una pantalla frente a los fines reales que tenía el lugar.


El objetivo principal de esta serie es plantear otra mirada a la ciudad, utilizando como ejemplo, Ahumada #312. En este espacio no encontramos nada que nos informe de sus funciones en época de dictadura. Todo torturado, ejecutado o desaparecido que pasó por este sitio no nos dejó ninguna huella de su existencia o siquiera de su tránsito por este lugar. Por ello, propongo que se preste atención en este recorrido y que se tenga conocimiento de que dentro de estas poco visitadas paredes ocurrieron los hechos más vergonzosos de nuestra historia reciente. Las imágenes se proyectan como un pequeño memorial, tanto para las víctimas que desaparecieron como para algunas que recorren las calles de nuestra ciudad.
Planteo observar estas imágenes con detención y que contemplen la carga histórica que se puede intuir tanto en sus paredes como en su imposibilidad de habitar. Nos encontramos con luces bajas, rejas que delimitan el paso, letreros que nos invaden, como si se nos obstaculizara la posibilidad de reconocer ahí la presencia de otro lugar. El recorrido es así una analogía de una memoria truncada, así como no nos es imposible habitar estos espacios, es imposible habitar la memoria que ahí se forjó durante su oscuro pasado.

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